Todos los ocultistas reconocen la inmensa importancia de esta enseñanza
de Cristo y tratan de vivirla de día en día.
Cuando una filosofía nueva se presenta al mundo es acogida de diferente manera
por las diferentes personas.
Una persona se apodera con avidez de cualquier nuevo esfuerzo filosófico tratando
de ver en qué proporción sostiene sus propias ideas. Para tal persona la filosofía en si
misma es de poca importancia. Tendrá valor si vindica sus propias ideas. Si la obra
satisface sus esperanzas en ese respecto, la adoptará entusiastamente y se adherirá a
ella con el más irrazonable partidismo; si no, probablemente arrojará el libro con disgusto,
como si el autor le hubiera hecho una injuria personal.
Otro adopta una actitud escéptica tan pronto como descubre que la obra contiene
algo de lo que él no había leído u oído hablar anteriormente o sobre lo que aún no se le
había ocurrido pensar. Y probablemente rechazaría como extremadamente injustificable
la acusación de que su actitud mental es el pináculo de la satisfacción e intolerancia
propias; tal es el caso, sin embargo, y de esa manera cierra su mente a toda verdad que
posiblemente puede estar contenida en lo que su mano rechaza.
Ambas personas se mantienen en su propia luz. Sus ideas petrificadas las hacen
inasequibles a los rayos de la Verdad. Un “niño pequeño” es precisamente lo opuesto de
los grandes en ese respecto. No está imbuido por abrumador sentimiento de superioridad,
ni se siente inclinado a aparentar ser sabio o a ocultar su ignorancia sobre cualquier
asunto con una sonrisa o burla. Es francamente ignorante, no tiene opiniones
preconcebidas ni prejuicios y es, por lo tanto, eminentemente enseñable o instruíble.
Toma todo con esa hermosa actitud de confianza que hemos designado con el nombre de
“fe infantil”, en la que no hay ni sombra de duda. Allí conserva el niño las instrucciones o
enseñanzas que recibe hasta que comprueba su certeza o falsedad.
En las escuelas ocultistas se enseña al discípulo a olvidar todo cuando se le da una
nueva enseñanza, no permitiendo el predominio ni del prejuicio ni de la preferencia,
conservando la mente en un estado de calma y digna expectativa.
Así como el
escepticismo nos ciega a la verdad en la forma más efectiva, así también esa calma, esa
actitud confiada de la mente, permitirá a la intuición o “sabiduría interna” el apoderarse de
la verdad contenida en la proposición. Esa es la única manera de cultiva una percepción
absolutamente cierta de la verdad.
No se pide al discípulo que admita a priori que un objeto dado que ha observado es
blanco, sea realmente negro, ni tal afirmación se hace; pero debe cultivar una actitud
mental tal, que “admita todas las cosas” como posibles. Esto le permitirá dejar de lado por
el momento hasta lo que se considera generalmente como un “hecho establecido” e
investigar si existe algún otro punto de vista desde el cual el objeto de referencia pueda
aparecer negro. Ciertamente, no se permitirá considerar nada como un hecho establecido,
porqué comprenderá perfectamente la importancia de que hay que mantener la mente en
el estado fluídico de adaptabilidad que caracteriza al niño. Comprende con todas las fibras
de su ser que “ahora ve las cosas como a través de un cristal empañado” y como está siempre alerta, anhelando “Luz, más luz”.
La gran ventaja de tal actitud mental cuando se estudia un asunto, idea u objeto
dados, es evidente.
Afirmaciones que parecían positivamente contradictorias (y que han
causado discusiones interminables entre sus respectivos partidarios) pueden, no
obstante, conciliarse, como se demuestra en un ejemplo mencionado en esta obra.
La mente abierta es la única que descubre la concordia, sin embargo, y aunque se encuentre que esta obra difiere de otras, el autor demostraría a un auditorio imparcial las bases del juicio subsiguiente.
La mente abierta es la única que descubre la concordia, sin embargo, y aunque se encuentre que esta obra difiere de otras, el autor demostraría a un auditorio imparcial las bases del juicio subsiguiente.
Si se “pesa” este libro y se encuentra “falto de peso”, el autor no se
lamentará. Lo único que teme el autor es el juicio prematuro basado en la falta de
conocimiento del sistema por el que aboga; que se diga que la obra no tiene fundamento,
por no haberle dedicado antes una atención imparcial. Y debe decir además que la única
opinión digna de tenerse en cuenta es la que está basada en el conocimiento.
Hay una razón más para que se tenga mucho cuidado al emitir un juicio, y que para muchos les es sumamente difícil retractarse de cualquier opinión expresada atolondrada o prematuramente. Por lo tanto, se ruega al lector suspenda sus opiniones, sean de elogio o de crítica, hasta que el estudio de la obra lo haya satisfecho razonablemente sobre su mérito o demérito.
El Concepto Rosacruz del Cosmos no es dogmático, ni apela a autoridad alguna que no sea la propia razón del estudiante. No es una controversia, sino que se publica con la esperanza de que pueda ayudar a esclarecer algunas de las dificultades que asedian continuamente a los estudiantes de las profundas filosofías del pasado.
Con objeto de evitar equívocos graves, debe tenerse siempre muy presente, sin embargo, que no hay revelación infalible alguna sobre este complicado asunto, que abarque a todo cuanto está bajo el sol, y también todo lo que está por encima de él.
Hay una razón más para que se tenga mucho cuidado al emitir un juicio, y que para muchos les es sumamente difícil retractarse de cualquier opinión expresada atolondrada o prematuramente. Por lo tanto, se ruega al lector suspenda sus opiniones, sean de elogio o de crítica, hasta que el estudio de la obra lo haya satisfecho razonablemente sobre su mérito o demérito.
El Concepto Rosacruz del Cosmos no es dogmático, ni apela a autoridad alguna que no sea la propia razón del estudiante. No es una controversia, sino que se publica con la esperanza de que pueda ayudar a esclarecer algunas de las dificultades que asedian continuamente a los estudiantes de las profundas filosofías del pasado.
Con objeto de evitar equívocos graves, debe tenerse siempre muy presente, sin embargo, que no hay revelación infalible alguna sobre este complicado asunto, que abarque a todo cuanto está bajo el sol, y también todo lo que está por encima de él.
Decir que esta es una exposición infalible sería lo mismo que pretender que el
autor fuera omnisciente, y aún hasta los Hermanos Mayores nos dicen que a veces se
equivocan en sus juicios, así que un libro que pretenda decir la última palabra sobre e
misterio del mundo, está fuera de toda discusión, y el autor no pretende dar sino las
enseñanzas más elementales de los Rosacruces.
La Fraternidad Rosacruz tiene la concepción más lógica y amplia sobre el misterio
del mundo del que el autor ha adquirido algún conocimiento durante los muchos años que
ha dedicado exclusivamente al estudio de este asunto.
En lo que ha podido investigar por si mismo, sus enseñanzas (Las de la Fraternidad) están de acuerdo con los hechos, tal como él los conoce. Pero, sin embargo, está convencido de que el Concepto Rosacruz del Cosmos está lejos de ser la última palabra sobre el asunto; que conforme avanzamos nuevas vistas se van desplegando ante nuestros ojos y se iluminan muchas cosas que antes sólo veíamos como a través de un “cristal empañado”.
En lo que ha podido investigar por si mismo, sus enseñanzas (Las de la Fraternidad) están de acuerdo con los hechos, tal como él los conoce. Pero, sin embargo, está convencido de que el Concepto Rosacruz del Cosmos está lejos de ser la última palabra sobre el asunto; que conforme avanzamos nuevas vistas se van desplegando ante nuestros ojos y se iluminan muchas cosas que antes sólo veíamos como a través de un “cristal empañado”.
Al mismo tiempo cree
firmemente que todas las demás filosofías del futuro seguirán las líneas principales de
esta filosofía, pues parecen ser absolutamente ciertas.
En vista de lo antedicho se comprenderá claramente que el autor no considera esta
obra como el Alfa y la Omega, el último conocimiento oculto, ya aunque se titula Concepto
Rosacruz del Cosmos, el autor desea hacer constar que no debe tomarse como una
“creencia entregada de una vez para siempre” por los Rosacruces.
Debe tenerse en
cuenta que esta obra encierra solamente la comprensión que el autor tiene de las
enseñanzas Rosacruces respecto del misterio del mundo, fortalecidas, además, por sus
investigaciones personales en los mundos internos y sobre los estados ante natal y postmortem del hombre, etcétera.
El autor tiene plena conciencia de la responsabilidad en que
incurre todo aquel que bien o mal guía intencionadamente a los demás y desea
resguardarse a si mismo de tal contingencia, así como también el resguardar a los demás
de caminar en falso inadvertidamente.
Lo que se dice en esta obra debe ser aceptado o rechazado por el lector de
acuerdo con su propio criterio. Se a puesto todo lo necesario para comprender las
enseñanzas; ha costado muchos trabajos expresarlas en trabajos que sean fácilmente
comprensibles. Por esta razón se ha usado el mismo término para expresar la misma idea
en toda la obra.
La misma palabra tiene el mismo significado en cualquiera parte que se
emplee. Cuando se emplea por vez primera una palabra que describe determinada idea, se da la definición más clara que es posible dar al autor. No se han empleado sino
palabras castizas de las más sencillas y claras. El autor ha tratado constantemente de dar
definiciones tan exactas y definidas como el asunto que se esté considerando lo permita,
eliminando toda la ambigüedad y poniendo todo en claro.
Hasta que punto lo ha
conseguido es cosa que debe estimarlo el estudiante; pero habiéndose esforzado todo lo
posible para sugerir las ideas verdaderas, se ve también obligado a resguardarse contra
la posibilidad de que se tome esta obra como una exposición al pie de la letra de las
enseñanzas Rosacruces.
El olvidar esto podría dar más peso a esta obra para algunos
estudiantes. Y eso no convendría ni a la Fraternidad, ni al lector. Tendrían entonces cierta
tendencia a echar toda la responsabilidad sobre la Fraternidad debido a los errores que
deben haberse deslizado en esta como en toda obra humana, de ahí la advertencia
expuesta.
Hay un relato indio que dice que cualquiera que tenga dos líneas semicirculares en
la palma de la mano, en la juntura exterior del pulgar, “lleva consigo un grano de arroz”.
Esto quiere decir que será bien recibido y hospitalariamente tratado donde quiera que
vaya.
El autor tiene la marca mencionada y ese pronóstico se ha cumplido
maravillosamente en su caso. Ha encontrado amigos por todas partes y ha sido tratado
por ellos en forma tal que ha sido literalmente abrumado por sus atenciones. Y lo mismo
ha sucedido con este libro. El Dr. von Brandis le facilitó los medios para ponerse en
contacto por vez primera con las enseñanzas Rosacruces. El comandante Kingsmill y
Jessie Brewster lo ayudaron lealmente en la parte literaria; Mrs. M. E. Rath Merrill y Miss
Allene Merrill ejecutaron cierto número de dibujos, y en cuanto a William M. Patterson no
solamente prestó al autor servicios personales, sino que le prestó su ayuda monetaria
para que pudiera publicar el libro al precio de costo. Esta obra ha sido pues, producida por
Amor. Nadie relacionado con ella ha recibido ni recibirá ni un céntimo de recompensa.
Todos han dado desinteresadamente su tiempo y su dinero.
Por lo tanto, el autor desea
expresar a todos ellos su gratitud, y espera que encuentren otras y más grandes
oportunidades para ejercer sus servicios desinteresados.
Durante los cuatro años que han transcurrido desde que los párrafos anteriores
fueron escritos, el autor ha continuado sus investigaciones de los mundos invisibles y
experimentado la expansión de la conciencia relacionada con tales reinos de la
naturaleza, lo cual se consigue por medio de la práctica de los preceptos enseñados por
la Escuela de Misterios del Occidente.
Otros que han seguido también el método de desarrollo espiritual descrito aquí, como especialmente adaptado a los pueblos occidentales, han sido capaces, de igual modo, de comprobar por si mismos muchas cosas de las dichas en este libro. De este modo, la comprensión del autor de lo que le fue dictado por los Hermanos Mayores, ha tenido alguna colaboración, y parece que fue sustancialmente apropiada; por lo tanto, cree como un deber explicar esto, para dar con ello estímulo a los que todavía no son capaces de ver por si mismos.
Otros que han seguido también el método de desarrollo espiritual descrito aquí, como especialmente adaptado a los pueblos occidentales, han sido capaces, de igual modo, de comprobar por si mismos muchas cosas de las dichas en este libro. De este modo, la comprensión del autor de lo que le fue dictado por los Hermanos Mayores, ha tenido alguna colaboración, y parece que fue sustancialmente apropiada; por lo tanto, cree como un deber explicar esto, para dar con ello estímulo a los que todavía no son capaces de ver por si mismos.
Si hubiéramos dicho que el cuerpo vital está hecho de prismas en lugar de puntos,
hubiera sido más exacto, pues es por la refracción a través de estos diminutos prismas
que el fluido solar incoloro cambia en rosáceo según ha sido indicado por otros escritores
además del autor.
Se han hecho otros nuevos e importantes descubrimientos; por ejemplo, ahora
sabemos que el Cordón Plateado nace uno nuevo en cada renacimiento, que una parte
del mismo brota del átomo-simiente del cuerpo de deseos en el gran vórtice del hígado;
que la otra parte nace del átomo simiente del cuerpo denso en el corazón, que las dos
partes se unen con el átomo-simiente del cuerpo vital en el plexo solar, y que esta unión
de los vehículos superiores e inferiores produce el despertar del feto.
El desarrollo ulterior
del cordón, entre el corazón y el plexo solar durante los primeros siete años, tiene una
importante relación con el misterio de la infancia, así como su más amplio desarrollo
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desde el hígado al plexo solar que tiene lugar en el segundo período septenario de la vida
del niño, contribuye a la adolescencia. La realización total del Cordón Plateado marca el
final de la vida infantil, y desde tal momento, la energía solar que entra por el bazo y que
se tiñe por la refracción del átomo simiente prismático del cuerpo vital situado en el plexo
solar, comienza ha dar n distintivo e individual colorido al aura que observamos en los
adultos.
MAX HEINDEL