Los
solsticios de verano e invierno, junto con los equinoccios de primavera y de
otoño, forman puntos alternos o de viraje en la vida del gran Espíritu de la Tierra,
de la misma manera que la CONCEPCIÓN marca el comienzo del descenso del
Espíritu Humano al cuerpo terrenal, de lo cual resulta un NACIMIENTO que inaugura el período de desarrollo hasta
que se alcanza la madurez.
Al
llegar a este punto se inicia una época de fructificación y de madurez junto a
una declinación de las energías físicas que terminan con la MUERTE.
Este
acontecimiento libra al hombre de las trabas de la materia manifestándose
entonces una época de metabolismo espiritual, por cuyo conducto nuestra cosecha
de experiencias terrenales se transforma en poder del alma, en tendencias y
talentos que serán puestos a rédito en vidas futuras, con el fin de que podamos
prosperar y hacernos más ricos en tesoros, hasta hacernos merecedores del
título de “Fieles Administradores” que nos hará ocupar mayores y mejores
puestos entre los sirvientes de la Casa del Señor.
Este
ejemplo descansa sobre la base de la gran ley de analogía, tan fielmente
expresada por el axioma hermético:
“Como es arriba, así es abajo”.
Sobre este
axioma, que es la llave maestra de todos los problemas espirituales, debemos
también depender como de un “ábrete sésamo” para aplicarlo a nuestra lección
sobre la Navidad de este año, la cual esperamos que corrija, confirme o
complete puntos de vista previos de nuestros estudiantes, como cada uno de
ellos lo requiere.
Max Heindel
En Amoroso Servicio
Fraternidad Rosacruz de Mexico
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