miércoles, 2 de agosto de 2023

CRISTO EN EL HOMBRE

 



CRISTO EN EL HOMBRE

“Yo soy la resurrección y la Vida el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.”

Cristo no es solamente el fundador del cristianismo, es también el objeto de las
religiones Cristianas. 
Solamente con y a través de Cristo (el Cristo interno) el hombre puede conquistar su naturaleza inferior y entrar en unión con Dios en la evolución humana, de la cual es el escalón que todo hombre está destinado a imitar, es la perfección de la divinidad.
“Sé tan perfecto como tu Padre lo es en el cielo” fue la admonición de Cristo-Jesús. 
Los primeros pasos hacia la perfección humana fueron dados al hombre a través de la guía de los Espíritus de la Raza cuando la humanidad estaba bajo la dirección de Jehová. La Ley, los Diez Mandamientos y sus corolarios establecidos de una forma clara para la acción correcta, fueron diseñados para ayudar al hombre a controlar su indomable cuerpo de deseos o emocional. 
La religión de Jehová era de temor, pero sin este elemento es probable que los seres humanos no hubieran sido inducidos a obedecer la Ley, la cual estaba tan en contra de sus poderosas voluntades.
El siguiente paso hacia la perfección humana fue dado bajo la religión cristina que
reemplazó el terror de Jehová por el amor de Cristo y colocó al altruismo como guía, el cual, si era observado constantemente podría poner al hombre sobre la Ley y declarar a la anterior Ley obsoleta. 
Habiendo aprendido (habiendo sido forzados a aprender) al menos una pequeña porción de los mandatos y leyes de Jehová, la raza humana ahora debe aprender a pensar correctamente y lograr con ello purificar al cuerpo vital o etérico, bajo la
guía de Cristo. 
Aún el pensamiento correcto, esto es, el pensamiento motivado y dirigido en un contexto espiritual a través del amor inegoísta y compasivo, no requerirá la guía de la Ley.
Los pasos sucesivos hacia la perfección humana serán dados bajo la religión del Padre, una vez que nosotros conquistemos los principios cristianos y los hagamos parte nuestra. 
Lo sublime y puro de estas Enseñanzas del Padre están lejos de la presente comprensión humana, no seremos capaces de recibirlas hasta que estemos preparados absorbiendo y radiando la esencia de amor universal. 
Lo mismo que los principios de Jehová eran destinados a purificar el cuerpo emocional, y los principios cristianos al cuerpo etérico o vital, así también los principios de la Religión del Padre guiarán la espiritualización del cuerpo físico. 
De ese modo, observando la evolución pasada del hombre, su constitución y el desarrollo futuro unidos en avenida de progreso para lo cual estamos destinados, nos preparamos para el advenimiento de Cristo aprendiendo un comportamiento moral a través de la conciencia racial, lo cual limitó el contacto amistoso humano pero nos dio en cierta medida el control sobre los deseos mundanos. 
Obviamente  estamos lejos de controlar plenamente nuestra naturaleza de deseos, aún es notoriamente imperfecta, pero el refinamiento en esta consideración vendrá a través del inegoísmo que es parte de la ética Cristiana.
Cristo-Jesús enfatizó que Él no venía a destruir la Ley, sino a cumplirla. 
La humanidad aún necesita la Ley, porque nosotros no hemos desarrollado aún
suficientemente el pensamiento correcto. Con Cristo la Ley de Jehová no es abolida pero, en un sentido, es elevada a un plano superior. 
En lugar de obedecer la Ley porque tememos no hacerlo, debemos conscientemente obedecer la Ley porque es lo correcto de hacerse, porque el altruismo demanda que hagamos lo correcto con todos nuestros semejantes. 
A través del altruismo, la Ley es suprimida por el amor, el egoísmo por desinterés y la acción correcta se hace porque el altruismo así lo dicta. 
Cuando hayamos absorbido estos principios cristianos, no solamente en nuestras cabezas, sino aún más indeleblemente en nuestros corazones, haremos lo justo porque es lo correcto, por la misma naturaleza del hecho, por el hecho mismo y los sentimientos personales de toda clase serán excluidos.
Lo que nosotros, como individuos, queremos, ya no interesará, ni nuestras acciones, ni los pensamientos que las dirigen tocarán el criterio personal. 
Cuando nosotros, automática y completamente podamos posponer nuestro ser personal, estaremos listos para lo aún más éticamente sublime de la Religión del Padre. 
En el presente, nuestra concentración debe centrarse en emular el ejemplo dado por Cristo, quien es nuestro Indicador o Luz del Camino, en este estado corriente de desarrollo humano. 
En el Sermón de la Montaña están contenidos los ideales, preceptos y reglas del cristianismo práctico. 
El Cristianismo práctico, opuesto al cristianismo teocrático, por supuesto, indica el esfuerzo de aplicar los principios cristianos en la vida diaria, vivir las enseñanzas y predicar el Evangelio por medio del ejemplo. 
La práctica del Sermón de la Montaña por cada individuo en su vida diaria es más importante de lo que son todos los magistrales sermones de la erudición cristiana siempre dados. 
Solamente con y a través del Cristo (el Cristo interno) el hombre conquista su naturaleza inferior y entra en unión con Dios, en la forma de su ser superior.
Trabajar con el Cristo Interno, es conducirnos como lo hizo Cristo-Jesús cuando caminó entre nosotros. 
No nos puede ir mal en momentos de perplejidad, si nos
preguntamos que habría hecho Él en situación semejante. 
Nuestra aspiración debería ser seguir Su curso de acción lo mejor que podamos definirlo, sin importarnos los posibles efectos inmediatos de tal acción sobre nosotros. 
Para seguirlo efectivamente en este camino, debemos usar nuestra fuerza de voluntad para cambiar patrones y hábitos de pensamiento negativos y destructores. 
Debemos abandonar dudas, temor, preocupaciones, y la propensión a criticar a otros, recordando Sus palabras: “¿Y a ti qué?, Sígueme.”
Debemos fortalecer el lado flaco del corazón de nuestras naturalezas para que fácilmente respondamos a la divina esencia dentro de todos nuestros hermanos, sin importarnos lo poco atractivo del exterior que ellos presenten al mundo.
Lo principal: “Debemos cultivar mansedumbre y humildad de espíritu”. 
La humildad
espiritual que desecha deseos personales siendo ésos vistos a la luz de la mayor necesidad del todo, y que culmina con el lavatorio de pies. En las palabras de Samuel Taylos Coleridge: 
“La cristiandad personal no es una creencia, al menos ortodoxa; no es un ritualismo, sin embargo, es Bíblico; no es una profesión, sin embargo en apariencia es consistente; no es un servicio, sin embargo es aparentemente útil; ella es Cristo en el hombre”.

En Amoroso Servicio
Fraternidad Rosacruz de México

No hay comentarios:

Publicar un comentario