viernes, 20 de enero de 2023

LA RENUNCIA




LA RENUNCIA

La renuncia o renuncia consiste en un esfuerzo por aflojar progresivamente los lazos que unen al ser humano con la vida y la experiencia material, con miras a ampliar el dominio de su vida moral y espiritual. 

Es un trabajo de desmaterialización, o incluso de abandono de los instintos animales, emprendido para efectuar la espiritualización, es decir, un acceso más rápido a la vida sobrenatural y feliz del Espíritu. 

Es un desplazamiento del dinamismo en el organismo humano, que opera reduciendo las demandas sensuales, para luego transportar y concentrar las energías vitales, tanto como sea posible, en las operaciones espirituales. 

Por la misma razón, se crean relaciones entre el Cuerpo y el Espíritu que tienen por efecto domar la animalidad y hacer triunfar al Espíritu .

La renuncia es, pues, una especie de muerte, progresiva y anticipada, del ser terreno que acelera la elevación del Espíritu individual y prepara su unión con Dios. 

“Debemos vivir en este mundo”, dijo San Francisco de Sales, “como si tuviéramos el Espíritu en el cielo y el cuerpo en la tumba”.

Con efecto; ¿Qué nos pesa en este mundo y retrasa nuestro progreso? 

Es la tumultuosa ola de satisfacciones otorgadas a los deseos egoístas y sensuales. 

Es el libre ejercicio de los placeres del orgullo y de la sensualidad, esas dos grandes raíces del sufrimiento y del embrutecimiento.

La vida es, pues, de alguna manera, nada más que el aprendizaje de la renuncia material que debe realizarse bajo la acción conjunta de la Providencia orientadora de la voluntad progresivamente clarividente del individuo.

La no renuncia crea sufrimiento, forma enfermedad física y degradación moral. 

La verdadera salud física y moral no puede existir sin renuncia. 

Por eso, quien desee la salud material y el progreso espiritual, debe negarse a entrar en el camino ancho y fácil que conduce al "infierno" de los placeres y las riquezas, del egoísmo, del orgullo y de la sensualidad, sino que busque el camino angosto y tosco del sacrificio, en un esfuerzo permanente por dominar las pasiones y la elevación moral. “ 

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. 

¡Y porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que entran por ella! ′′ (Mt 7:13:14).

Antes de Cristo no existía en ninguna parte la renuncia personal con tanta caridad, con tanto corazón, con tanto sacrificio por los demás. 

Muy a menudo se contentaban con ofrecer a la divinidad un don material o la vida de los animales, pensando que el alma animal podía volver a su origen creador y servir de vehículo a las oraciones. 

Sólo se podía exigir el sacrificio de las posesiones materiales. Incluso en las Religiones en las que se prescribía la renuncia, no se había observado que el apaciguamiento del deseo personal debía realizarse más como una obra de altruismo activo, es decir, de ayuda mutua y de redención. 

En resumen, no se había entendido que el individuo debe ante todo sacrificarse por los demás y renunciar a sí mismo por el bien del prójimo, para comportarse en la Tierra a imagen de Dios .que, por puro amor, se sacrifica cada día, dando vida a sus criaturas, con el alimento material y espiritual.

La renuncia personal y activa constituye, por tanto, el eje de la vida cristiana.

Así su obligación está inscrita en términos concordantes en los Evangelios : “ Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame ” (Mt 16,24). 

Por tanto, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo ” (Lucas 14:33). 

Por eso, si queremos permanecer en el camino correcto, seguir la verdad y conservar nuestra salud, es necesario tener cuidado de tomar la cruz, dominando las pasiones y renunciando a muchos impulsos de la Personalidad 

Y, correspondientemente, cuando nos afligen tormentos morales o sufrimientos físicos, el verdadero remedio, que destruirá el mal en su origen, será aplicarnos a la renuncia en ciertos puntos determinados.

Cuánto sufrimiento, en verdad, nos infligimos por no haber sabido renunciar a las ambiciones exageradas y a las frágiles ventajas, por haber sobreestimado nuestras capacidades físicas e intelectuales, por haber bebido y comido en exceso, por haber gastado demasiadas energías, en ocupaciones inútiles o en exceso de sensualidad, porque estamos demasiado apegados a los bienes y afectos de este mundo!

En lugar, pues, de esperar a que se apoderen de nosotros las penas pesadas de las crisis morales y de las enfermedades producidas por los pecados de la soberbia y de la sensualidad, la más ligera es la de las privaciones voluntarias y consentimos cada día en sacrificar un poco de ambición y sensualidad que permítenos construir, poco a poco, los tres pilares de la renuncia: 

SOBRIEDAD, HUMILDAD y CASTIDAD.

En Amoroso Servicio

Fraternidad Rosacruz de Mexico

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