La fe es de gran valor si hemos solicitado la Sanación, pero hay otro factor que también debe ser considerado seriamente.
Tenemos que construir dentro de nosotros los recursos para recibir la Fuerza Sanadora que pedimos.
A menos que estemos preparados para responder a la ayuda que los Ayudantes Invisibles pueden darnos, no podremos utilizar este don espiritual de aquellos que están tan dispuestos a servir.
Están dispuestos a derramar la Fuente de Sanación donde más se necesita, porque están llenos de compasión por la humanidad que sufre.
Pero el que va a ser sanado debe estar listo con un espíritu de sumisión y confianza, porque si está bajo el efecto del miedo y las aprensiones, se desvitalizará hasta tal punto que no podrá reaccionar favorablemente al poder de la curación.
El miedo tiene un efecto muy perjudicial en cualquier paciente.
Sabemos que los pensamientos son cosas, y se convierte en nuestro deber mantener la actitud mental más optimista posible bajo cualquier circunstancia.
La Fuerza Sanadora proviene de nuestro Padre Celestial, quien es el Gran Médico. Podemos imaginarnos a nosotros mismos como receptores de onda tras onda de Energía Divina proyectada desde el Sol Invisible, que es la manifestación del Padre, pero la ira, el miedo y la preocupación interfieren con nuestra recepción de la Fuerza Solar.
Todos deberíamos educarnos para no responder tan fácilmente a las vibraciones saturnianas de tristeza y melancolía, ya que tienen el efecto de congelar nuestros cuerpos de deseos.
Debemos tratar conscientemente de cultivar y nutrir los pensamientos de optimismo que están bajo el dominio del Sol.
Si podemos cultivar la paz interior y la satisfacción, seremos capaces de aprovechar el poder que viene con ello, es decir, el funcionamiento adecuado de los procesos de nuestro cuerpo.
La mente también se ve beneficiada por esta paz y tranquilidad interior, ya que permanece flexible y elástica durante un largo período de tiempo.
"Guardarás en perfecta paz a aquel que piensa en ti, porque en ti confía."
– Isaías, 26:3.
Traducido de Rayos de la Rosa Cruz, julio de 1958 amorosamente por la Fraternidad Rosacruz de Mexico.
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